El Marketing, amigos míos, está en casi todo lo que vemos desde que abrimos los ojos hasta que los cerramos. Pero también, está en muchas de las cosas que obviamos.
Sinceramente, en lo que a mi respecta, Marketing es vender a grandes audiencias. Es el gancho, el anzuelo o el señuelo. En el caso del Marketing B2C (Business to Consumer) es anzuelo, pero en el caso del B2B (Business to Business) funciona un poco más como señuelo. Ya sea que necesites un equipo de Ventas para terminar el trabajo que inició el señuelo (las acciones de Marketing) o que sólo con el anzuelo baste, el objetivo es el mismo: una presa, una venta.
Y el trabajo de los Marketers, de los buenos-buenos, es conseguir estar ahí, en el día a día, en lo que ves desde que abres los ojos hasta que te acuestas y que tú, como presa no te sientas nunca vendido.
Ahora bien, aunque el objetivo sea la venta, aquí es dónde entra un poco la ética y la responsabilidad del marketer: tratar de vender algo que de alguna manera ayude a hacer más fácil la vida de ese consumidor. Una relación win-win que sea sostenible en el tiempo. Si tomamos como único objetivo el cierre de una venta y no nos preocupamos porque ese intercambio tenga alguna satisfacción para la contraparte, muy seguramente, conseguiremos clientes de una sola compra; y los clientes, señores, no son infinitos.
Será por esa razón que el concepto de Kotler & Armstrong se mantendrá siempre vigente:
«El Marketing es el proceso mediante el cual las empresas crean valor para los clientes y establecen relaciones sólidas con ellos, obteniendo a cambio el valor de los clientes.»